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Catálogo de Cavidades
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Cueva de la Barquilla: una joya mutilada en la sierra de Caravaca

Publicado: 22-06-2015
Escrito por Cuevas de Murcia

Diez personas participamos en la octava visita del proyecto a esta mítica cavidad de la localidad de Caravaca de la Cruz. Situada al noroeste de esta población y a unos 1.200 metros sobre el nivel del mar, la cueva es protagonista de diversas leyendas y relatos. Se ha planteado en ocasiones su posible utilización como cueva-santuario durante el periodo ibérico debido al tipo de decoración existente en los restos de cerámicas hallados en ella.

Aunque poco visitada por espeleólogos en los últimos tiempos, sigue siendo muy frecuentada por los jóvenes de la localidad. La innumerable cantidad de espeleotemas presentes en la cueva, sobre todo en forma de estalactitas, están en su mayoría rotos o cortados fruto de la terrible expoliación a la que fue sometida para la construcción de una fuente en la plaza del Arco, de la que existen varias referencias bibliográficas, pero de la que a día de hoy no se sabe nada. Una descripción del año 1800 de Sánchez Cisneros, primer explorador de la cavidad, se refería a ella como “una cueva impenetrable por la profusión y abundancia de espeleotemas”.

Sobre las 11 de la mañana y tras la aproximación a pie de los dos kilómetros que separaban los vehículos de la boca de la cavidad, comenzamos la visita a la Barquilla. Desde la boca se observan de frente dos aperturas. Penetramos por el hueco situado más a la derecha de la entrada que durante parte del siglo XX sirvió como redil de ganado.

Durante casi tres horas recorrimos los dos pisos que configuran esta cavidad. Visitamos las 5 salas del nivel superior, amplias en general, para descender después a las dos salas abiertas de la diaclasa del nivel inferior, situadas a unos 25 metros de desnivel respecto a la entrada. Tras observar cantidad de formaciones como estalactitas, estalagmitas, columnas y coladas, algunas de ellas de un espesor considerable, nos sorprendió encontrar al fondo de la cavidad y tras atravesar un estrecho pasillo un pequeño altar con la Cruz de Caravaca.

A partir de ahí comenzamos la salida hacia el exterior de la cueva, no sin antes visitar la última de las salas del piso superior de la que salimos por el segundo de los huecos que habíamos observado desde la boca a nuestra entrada.

La actividad concluyó definitivamente a las cuatro y media en un bar de la localidad, en el que nos repusimos del esfuerzo y rellenamos las evaluaciones y hoja de firmas de la jornada, y agradecimos a Alfonso y a Javi, responsables de la visita, tanto su participación en el proyecto como la información proporcionada sobre la cavidad.

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